A diferencia de lo que mucha gente cree, este tipo de meditación no consiste en sentarse a estudiar tus pensamientos y reflexionar sobre la vida, sino en observar tu cuerpo y tu mente. Sólo observar, sin ningún tipo de reacción.

Sobre la base de una mente en calma cultivada mediante la práctica de shamata, se desarrolla la práctica de vipassana, que observa e indaga en la propia experiencia. La práctica de vipassana es un método de investigación que, mediante la aplicación de la atención consciente y el análisis, nos permite observar, en primera persona, nuestra experiencia e identificar y destruir las ideas supersticiosas que distorsionan nuestra visión de la realidad y que son causa de infelicidad. Así, se desarrolla una visión lúcida desde la cual es posible cultivar en la dirección correcta nuestra felicidad y también, conscientes de que todos deseamos ser felices y reconociendo nuestra responsabilidad en el bienestar universal, la de los demás.
La palabra Vipassana significa «ver las cosas como son en realidad,» y es la técnica de meditación que utilizó Gautama Buda, el fundador del budismo, para alcanzar la iluminación.

Lo que más me gusta de la meditación Vipassana es que es una técnica muy pragmática. Es decir, lo que importa es que acabes recibiendo los beneficios de la meditación, y todo lo demás es secundario. Por ejemplo, durante el curso te explican un poco de teoría budista, pero al mismo tiempo te dicen: «Si no crees en esto no pasa nada, pero sigue practicando porque eso es lo que cuenta y lo que te va a hacer más feliz.» Esto supone un fuerte contraste con la mayoría de religiones, en las que parece que lo único que importa es que sigas sus reglas a rajatabla.